Desde la Cátedra de Racismos y Migraciones Contemporáneas, María Emilia Tijoux y Eduardo Cardoza nos emplazan a que "momentos de crisis pueden ser pensados para superar dificultades centrándonos en lo fundamental: en el ser humano y en su derecho a vivir", planteamiento en el que estamos todas y todos, incluyendo a las y los migrantes que hoy forman parte de nuestra sociedad.Estamos viviendo días de profunda incertidumbre que nos hacen cavilar en la vida propia, en la de los nuestros y en la de quienes habitan este país y otros lugares del mundo. Nunca pensamos que enfrentaríamos un virus que afecta principalmente las vidas de los viejos, los enfermos crónicos y los abandonados por los estados al haberles construido las peores condiciones de existencia. Sin embargo, sostenidos en la solidaridad, estos momentos de crisis pueden ser pensados para superar dificultades centrándonos en lo fundamental: en el ser humano y en su derecho a vivir. No obstante, un gobierno indolente voltea la cara ante la demanda de humanidad que se viene exigiendo desde el 18 de octubre 2019 por parte de amplios sectores sociales sometidos a la injusticia y la desigualdad, hartos de las violencias cotidianas en todos los ámbitos de la vida, entre otras, la salud pública.
Las reacciones populares son numerosas. Las propuestas de autocuidado, el uso de redes para informar e informarse, contener, acompañar, apoyar, son acciones fundamentales cuando conocemos los límites de los sistemas de una salud pública golpeada por el neoliberalismo, que desde hace mucho funciona mal. Así, la lucha se organiza simultáneamente en varios frentes, pero avanza en la misma dirección. La lucha contra el coronavirus exige cuidarnos, pero también seguir actuando sin abandonar nada. El pueblo -sin duda- siempre ayuda al pueblo con esa hermosa generosidad de la que carece el estado neoliberal.
Y en el pueblo están las comunidades migrantes que habitan en todas las regiones de país, que trabajan y aportan a la producción, que nos han traído historias y culturas y que desde los años noventa se han ido incorporando a la vida nacional. Sabemos que han debido enfrentar vicisitudes complejas como las expulsiones, el no acceso a derechos, y también maltratos y humillaciones que han develado los distintos racismos provenientes de las instituciones o de las personas en la vida de todos los días. Su condición de migrantes no debería hoy dejarlos en un lugar aparte de los nacionales, sus sufrimientos son los nuestros al igual que sus temores y la solidaridad que han sabido expresar hacia nosotros.
En este 21 de marzo, Día Internacional Contra el Racismo y la Xenofobia, vivido para algunos en la cuarentena que nos cobija en el privilegio de permanecer en nuestros hogares, muchos trabajadoras y trabajadores chilenos y migrantes deberán ir a trabajar para hacer frente a la continuidad de la vida. Pensemos, sin embargo, en lo que implica compartir casa o piezas entre varias familias, en no poder conseguir quien se quede con los niños al momento de trabajar porque las redes familiares no existen, en vivir temerosos(as) ante los controles de identidad por no haber completado los procesos de regularización. O lo que implica sentirse despreciado(a) y no reconocido(a) en un servicio de salud donde tantas veces se les ha negado atención. La incertidumbre ante la vida invita a pensar en la humanidad y en el valor que todo ser humano tiene, por ejemplo, cuando sus condiciones son precarias y deben aceptarlas a cualquier precio para hacer vivir a los suyos.
Llevamos en nuestra ruta el recuerdo de Joane, Romario, Maicol, Monisse y tantas y tantos que vinieron buscando un futuro y encontraron racismo institucional, racismo cotidiano y muerte. No olvidamos a los heridos, mutilados o encarcelados por protestar. Tampoco las humillaciones que a diario sufren los(as) migrantes como también sus hijos e hijas por no haber nacido en Chile, por su condición económica, por sus rasgos o color de piel o por cualquier otra diversidad no aceptada. Pensemos al mismo tiempo cuanto desespera a las familias que en este mismo momento haya miles de chilenos y chilenas esperando regresar, varados en distintas fronteras del mundo. Esperamos que la solidaridad internacional fraguada en tantas luchas se haga acción para acogerlos, apoyarlos y contenerlos en cualquiera de los países donde se encuentren, al mismo tiempo que esa reflexión ayude a desarraigar miedos y mitos provenientes del egoísmo que nos supone superiores.
Aprendamos lo que nos enseña esta pandemia: que lo más importante es la vida humana y su dignidad, porque las fronteras, las clases sociales, el armamentismo, el dinero, los malls y las tarjetas de crédito, son inútiles sin los seres humanos, sin su capacidad de construir solidaridad para enfrentar adversidades, sin esa gigante fuerza transformadora o sin la belleza de esa ternura y capacidad de lucha frente a la injusticia y a lo que amenaza la dignidad y la sobrevivencia, se trate del coronavirus, del neoliberalismo, del racismo y de tantas pestes que a lo largo de la historia ha debido enfrentar la humanidad.
Es preciso superar el sinrazón de la razón del capital, el dinero hoy no servirá mucho ante un sufrimiento que no se puede evitar para comprar la posibilidad de un cuerpo sano. Y sigamos pensando que tal vez la distancia física exigida para no contagiar ni ser contagiado puede ser un buen punto de arranque para pensar en la cercanía de un lazo social que ata a la sociedad para que exista, pues ésta se construye en los intercambios y las relaciones. Aunque no nos toquemos, imaginemos como sobrevivir colectivamente cuando el peligro está en el encuentro físico mismo. Creativamente. Inventando. En eso estamos, al menos la mayoría, pensándonos más allá del origen, de la nacionalidad, el sexo o el color de piel.
Sin duda en estos tiempos en que tenemos más tiempo para pensar, vale detenernos a reflexionar -tal como señalaba Daniel Bensaïd-, que existe humanidad más allá del capital. Y luchar para que en esa humanidad que buscamos el racismo y la xenofobia no tengan un lugar.María Emilia Tijoux - Eduardo Cardoza, Cátedra de Racismos y Migraciones Contemporáneas.Lunes 23 de marzo de 2020