Entrevista a Sonia Pérez, nueva vicerrectora

La académica de la Facultad de Ciencias Sociales y Doctora en Psicología Social y del Desarrollo, asumió este miércoles 1 de julio este cargo, cuyos sellos principales apuntarán a la calidad de vida universitaria y el diálogo intergeneracional, a partir de la participación, la transdisciplina y el rol público de la U. de Chile.Psicóloga egresada de la Universidad de Chile, Magíster en Psicología Escolar del Istituto di Carlo Amore-Centro Studi Bruner de Italia y Doctora en Psicología Social y del Desarrollo Università Cattolica del Sacro Cuore di Milano en el mismo país, la académica de la Facultad de Ciencias Sociales, Sonia Pérez Tello, asumió este miércoles 1 de julio como vicerrectora de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios.
Temas de vulnerabilidad social, educación y modelos de intervención en relación a los desastres socionaturales, han sido parte de su trayectoria académica e investigativa, a partir del Programa de Reducción de Riesgo y Desastres (CITRID) y desde el Núcleo Milenio CIVDES - Centro de Investigación en Vulnerabilidades y Desastres Socionaturales.
Parte de su experiencia profesional incluyen su rol como directora de Investigación de la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO) y subdirectora del Departamento de Psicología. Además, en noviembre de 2010, fue elegida como Mejor Docente de Pregrado de ese año por su facultad. A esto se suma su participación en la Comisión de expertos para la Resiliencia frente a Desastres Naturales, y su rol como revisora de la Estrategia del Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (CNID) “Ciencias, Tecnologías e Innovación para un Nuevo Pacto de Desarrollo Sostenible”.
La comunidad universitaria es un territorio en constante construcción. Habitan aquí, por ser una universidad pública, muchas otras comunidades con desigualdades y vulnerabilidades, y nuestra misión es no reproducirlas, por eso no basta el sentido de pertenencia, sino que reconocernos en una historia y para eso la Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios (VAEC) puede ser un lugar que ayude a transformar la historia en participación y memoria”, comenta la académica.
Su trayectoria académica y de investigación ha estado enfocada en temas como la vulnerabilidad social en diferentes escenarios, como los desastres socionaturales. ¿Cómo esa experiencia puede vertirse en esta vicerrectoría?
Hay una relación temática entre las vulnerabilidades vividas históricamente por nuestra sociedad en el marco de los desastres, y la situación de crisis social, económica y sanitaria que estamos viviendo en Chile, un momento histórico que nos ha permitido comprender que los procesos sociales que vive nuestro país -como los procesos sociales que habitan también en la universidad- están atravesados por disputas que no son solo de poder, sino de sentidos. Un proyecto común, tanto de universidad como de sociedad, requiere aunar sentidos, al mismo tiempo que requiere una coordinación y creación de estrategias que sean transformadoras; todo esto obviamente tiene sus dificultades en la medida que no dejemos atrás las formas más cómodas de hacer las cosas. Esto es algo que he aprendido en el tema de los desastres.
Junto a esto, lo que me parece más importante para ejercer este cargo es mi experiencia de docente universitaria, y la suerte que he tenido de generar equipos transdisciplinarios, de poder coordinar y conocer el impacto que tiene en la U. de Chile el diálogo verdadero entre distintas disciplinas.
El hecho de ser profesora me permite entender la vicerrectoría como una función transversal. Los asuntos estudiantiles no son solo de los estudiantes, porque cuando nos importan los temas estudiantiles quienes estamos llamados a hacer algo al respecto somos toda la comunidad, porque nuestra misión es la educación pública, y en tanto educación nos formamos y en tanto pública nos congregamos.
¿Por qué es tan importante ese abordaje transdisciplinar?
Es fundamental porque implica que se necesita un conocimiento otro, un conocimiento distinto, que las disciplinas no pueden por sí solas saber cómo generar vida universitaria de calidad. Lo otro es que lo transdisciplinar ayuda a valorar el trabajo y el conocimiento producido por las distintas unidades académicas y la potencia que tiene que se conozcan, que las distintas unidades puedan conocer las distintas formas que están produciendo universidad.
Lo transdisiplinario es colaboración, es comprender el efecto y el impacto que tiene la colaboración académica, una colaboración que tiene que crear un lenguaje distinto para poder comprenderse, y para mí esta vicerrectoría es esto, es generar las condiciones para una vida universitaria que sepa leerse, escucharse y dialogar con un lenguaje que supere las disciplinas.
Esta vicerrectoría adoptó el 2014 el carácter de “comunitaria”. ¿Cómo se aplica este concepto en la U. de Chile y cómo se puede abordar e intensificar desde la institucionalidad universitaria?
El concepto de comunidad implica identidad, que es algo que la U. de Chile históricamente ha desarrollado; y un discurso común que la fragmentación de la institución y la dependencia de nuestro actuar dispersa en distintos ejes. Junto a esta fragmentación por quehacer –extensión, academia o investigación- me refiero además a la fragmentación territorial, a la estamentalización de nuestras relaciones entre funcionarios, académicos y estudiantes, las cuales desafían o dificultan una construcción de comunidad.
Tenemos el sello de ser de la U. de Chile, pero estamos en una facultad, estamos en una función, estamos estamentalizados, y además nos atraviesan otras desigualdades: hay desigualdades en la distribución de recursos, desigualdades de género, desigualdades étnicas, entre otras, entonces ser comunidad no es tan fácil en todas estas condiciones con las que tenemos que vernos. Por eso me parece importante, sin negar esas diferencias, que nos comprendamos como comunidad de aprendizaje en tanto institución educativa, y para ello la comunidad debe hacer circular nuestros saberes, que no son solo disciplinares o científicos, sino que son saber ser, hacer y estar, y hacerlo circular en todos los caminos posibles. La VAEC tiene que ser capaz de generar instrumentos y canales de manera creativa y profunda para que ello sea posible.
La universidad requiere mirar su función educativa y pública hoy más que nunca, activándola a partir de lo que somos y no solo de lo que tenemos. Se requieren todas esas visiones y posiciones, porque no podemos aspirar a homogeneidad, y quizás ni siquiera a acuerdos absolutos, pero sí a proyecciones comunes que se basan principalmente en el diálogo.
La comunidad universitaria es un territorio en constante construcción. Habitan aquí, por ser una universidad pública, muchas otras comunidades, con desigualdades y vulnerabilidades, y nuestra misión es no reproducirlas, por eso no basta el sentido de pertenencia, sino reconocernos en una historia, y para eso la VAEC puede ser un lugar que ayude a transformar la historia en participación y memoria.
Estamos en un momento de crisis socio sanitaria con múltiples desafíos para la U. de Chile. ¿Qué elementos se están abordado y cuáles deben abordarse para manejar esta crisis?
Lo principal es garantizar la continuidad de nuestros procesos, la formación profesional y académica, no por un esfuerzo de normalizar, sino que por la necesidad de fortalecer el abordaje de las debilidades que genera la pandemia y por luchar contra el aislamiento. Seguir estudiando y enseñando implica para nuestra comunidad seguir cumpliendo la función a través de la cual aportamos a la sociedad. Eso de alguna medida nos protege, nos resguarda y nos fortalece.
Pero el contexto no es solo la pandemia, sino que la crisis social en la que nuestro país históricamente se encuentra. Y en una crisis como esta no es solo el cuerpo físico el que se ve amenazado por un virus, sino que el cuerpo académico, estudiantil y el trabajador es el que debemos fortalecer y cuidar.
Estamos aprendiendo a habitar la universidad en una dimensión no física, y esto nos da la oportunidad de habitarla en la dimensión de las relaciones y en las comunicaciones a distancia. En concreto, esto implica promover y garantizar la continuidad de las relaciones educativas, sociales y humanas, garantizar el cuidado, la atención a los problemas provocado por la pandemia, b instalar las temáticas importantes para el desarrollo de los estudiantes dentro y fuera de la universidad. Debemos tener adecuación y flexibilidad para la comprensión de las necesidades específicas, creatividad para las estrategias de solución de problemas que no hemos vivido antes, y para todo esto es importante la participación de todos los estamentos para definir cuáles son las necesidades principales y cómo necesitan ser resueltas.
Quizás ese sea uno de los desafíos más importantes, en tiempos en donde la participación no ha tenido una orgánica clara al interior de la universidad. Esas orgánicas no pueden ser impuestas, así que el máximo desafío es inspirar y convocar de una manera que la participación se vuelva necesaria y fundante de las decisiones que tomemos.
Uno de los ámbitos que ha estado desarrollando la VAEC es el abordaje de la salud mental. También es parte de su experticia y lo ha desplegado -por ejemplo- en los aportes de la U. de Chile en la Mesa Social COVID-19. ¿Qué abordaje debe darle la institución a esta dimensión hoy?
La experiencia de haber apoyado la estrategia de salud mental para el país en el contexto de pandemia me hace ver la importancia de mirar también la salud mental al interior de la universidad, y tal como propusimos en la estrategia, el abordaje no debe ser solo centrado en la atención, sino que también en la promoción de bienestar psicosocial y la prevención de situaciones no adaptativas.
Al interior de la universidad la adaptación a esta nueva realidad tiene características muy particulares. No se trata solo de adaptarse en la conectividad a la educación a distancia, sino que adaptarse al lugar que ocupa educarse y educar en este contexto. A diferencia de la estrategia de salud mental para el país, implica reconocer que la misma labor educativa puede ser un factor estresor o protector dependiendo de cómo la enfoquemos. Es protector en la medida en que entrega un sentido a la vida cotidiana, y entrega valor al conocimiento y al desarrollo, en momentos en que ese valor está siendo amenazado por un virus.
Creo que el mensaje principal de la VAEC en estas circunstancias es que la universidad no está siendo ciega, sino que está viendo las realidades difíciles que viven estudiantes y trabajadores, incluyendo en esto a los académicos. Hay propuestas al respecto que podemos implementar que han sido elaboradas con mucha reflexión por instancias triestamentales. Nuestra tarea es articular estas propuestas con las herramientas que tenemos y las necesidades que identificamos. Hay también investigaciones realizadas por académicos y por estudiantes. Tenemos la información necesaria como para responder de manera rápida y oportuna.
¿Cómo valora asumir este cargo como la mujer más joven en presidir esta vicerrectoría?
Es un orgullo. Normalmente se ha pensado que la carrera académica implica una trayectoria larga para poder influir en los destinos de la universidad, y en este caso creo que se ha reconocido la trayectoria, incluyendo mi tiempo de estudiante de esta misma institución y la diversidad de lugares desde donde la he habitado. Es algo que no tiene que ver con la edad, tiene que ver con el compromiso y con la multifuncionalidad que ha sido reconocida por el Rector. Multifuncionalidad dentro y fuera de la universidad, con reconocimiento local e internacional.
Creo que esto entrega una señal del diálogo intergeneracional, a partir de lo que hablábamos de cómo esta comunidad está habitada por distintos territorios. Un territorio es la generación, y las generaciones tienen sus lenguajes, sus formas de habitar la universidad, sus formas de participar y sus formas de comprender la realidad, sus disposiciones a actuar, y todas ellas son necesarias para lo que hoy nos toca construir, que no es lo mismo lo que hace un año o dos, por lo tanto el conocimiento, el reconocimiento y la validación de las distintas generaciones es fundamental.
En ello la VAEC puede ser un facilitador de diálogo intergeneracional, que atraviese y supere las tradicionales distancias de los estamentos. Nuestra comunidad no está atravesada solamente con lo que cada uno hace estamentalmente, sino que por lo que cada generación en cada uno de los estamentos quiere hacer, y ello puede ponerse en diálogo cuando comprendemos que las relaciones que nos unen son relaciones formativas. No somos cualquier comunidad, somos una comunidad de aprendizaje, y por lo tanto podemos dialogar respecto a cómo queremos enseñar y aprender, y sobre cómo queremos vivir nuestro paso por la universidad desde el otro y con el otro.
Otro de los sellos planteados es el de la vida universitaria de calidad. ¿Cómo se puede definir este principio?
La calidad de vida universitaria es el sello principal y lo que pretende es que como vicerrectoría seamos capaces de congregar los distintos esfuerzos que se han hecho en la universidad por mejorar procesos internos. Tendremos que ser capaces como vicerrectoría de integrar y conjugar iniciativas que han estado, por ejemplo, en la línea de salud mental universitaria a partir de centros de investigación, a través de políticas a implementar que han surgido de distintas instancias, y en las demandas estudiantiles.
Hablar de calidad de vida implica integrar este tema y ponerle un norte más amplio que reconozca no solo la salud mental como un tema de enfermedad o de efectos negativos de nuestro quehacer, sino que también como el bienestar psicosocial que puede generar, y que genera -de hecho- el paso por nuestra universidad.
La calidad de vida universitaria congrega los esfuerzos que está haciendo la universidad por mirarse a sí misma, y es importante que podamos también poner ahí el discurso de la calidad de vida universitaria: allí también hablamos de convivencia, conflicto, problemas de violencia, de malestar, abusos o maltratos que estamos viviendo en nuestra institución. Es importante que cuando aparece la demanda, esa demanda también pueda ser transformada en una propuesta de cuidado, de convivencia, de mejora de las relaciones humanas, como un eje central de nuestra vida universitaria. Tenemos que ser capaces de hacer de nuestra vida en la universidad una experiencia de calidad social y pública. Esto implica reconocer nuestras capacidades de desarrollo, y éstas no tienen necesariamente que ver con las áreas académicas. No es la extensión, la investigación y la docencia, sino que la participación, la recreación, el entendimiento, la vinculación, la percepción de justicia, la salud, la creación y la identidad.Texto: Francisca Palma Fotografías: Alejandra Fuenzalida.Jueves 2 de julio de 2020