Egresada de la Universidad de Chile, la educadora ha hecho una larga carrera en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), institución que destaca como "heredera" de la tradición de su alma máter. Ibáñez defiende que la diversidad debe ser comprendida como "una riqueza" y mira con buenos ojos el proceso constitucional que atraviesa el país. "Tengo esperanza de que este nuevo tiempo sea un renacer de la autonomía de las universidades públicas", afirma.En 1981, el mismo año en que Nolfa Ibáñez terminaba sus estudios para convertirse en educadora diferencial en la Universidad de Chile, su alma máter pasó a llamarse Academia Superior de Ciencias Pedagógicas de Santiago, luego de que la dictadura separara el Instituto Pedagógico de la Casa de Bello.
"Estaba en el mismo campus, en la misma oficina, en los mismos pastos, pero de pronto, después de volver de vacaciones, estaba en otra institución con otras autoridades", recuerda ahora Ibáñez, a pocos días de recibir un sorpresivo Premio Nacional de Ciencias de la Educación 2021. Esa fue, dice, una época "interesante para la reflexión posterior, pero muy compleja".
Desde entonces, Ibáñez nunca más se despegó de ese lugar. Siguió ahí cuando se convirtió, en 1985, en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), y se mantuvo incluso como profesora del plantel durante el tiempo en que ejerció como directora del Liceo Experimental Manuel de Salas, una intervención educativa que le encomendó el rector de ese momento.
"Mis recuerdos de la Universidad de Chile siempre son excelentes. Hubo una época, incluso, en que una ministra de Educación anunció que se cerraba la UMCE, y en ese momento pensé en volver a lo que era mi alma máter, que era la Chile. Afortunadamente, todo se superó y la Universidad donde yo he trabajado por más de 35 años, que es también mía, tiene toda esa herencia de la Universidad de Chile", comenta.
- ¿Cómo recibió la noticia de haberse quedado con el Premio Nacional de Ciencias Educativas este 2021?
Fue una muy, muy grata sorpresa. Hemos estado muy contentos porque es un reconocimiento, a través mío, a un área que normalmente permanece algo invisibilizada, a pesar de su gran importancia. Estoy muy contenta y orgullosa de haber obtenido un premio de esta naturaleza, que dedico a todos y todas mis colegas.
- Usted se ha especializado en temas como la educación diferencial, la interculturalidad y las emociones en el aula, que no son los más predominantes dentro de las tendencias del área. ¿Interpreta esta premiación como un signo de los tiempos?
Sin duda. Yo soy profesora de educación diferencial y también mujer. Creo que la mirada hacia la trayectoria ha tenido un cambio: se ha profundizado más en lo que se ha hecho en términos de incidir en el modo de vida de las y los estudiantes, de hacerlo un poquito mejor; se han mirado más los contextos en los cuales uno desarrolla su labor profesional y no tanto otros aspectos que antes eran más prioritarios, como tener cargos políticos públicos o PhD en el extranjero. ¡El mío es de Chile! Creo que cambia la mirada, que hoy se hace más valorable lo que antes se invisibilizaba: el contacto directo con la realidad, con el mundo real y concreto en el que todos y todas estamos inmersos.
- A lo largo de su trayectoria, usted se ha enfocado en entender la educación desde la óptica de la diversidad. ¿Considera que la apertura de la sociedad a la diferencia ha cambiado?
Por lo menos ha cambiado en el discurso, que es un paso, porque las palabras crean realidades. Cuando dejé de hacer investigaciones solamente en educación diferencial y me trasladé a ampliar esta mirada, fue porque me di cuenta de que era lo mismo: la comprensión de la diversidad tiene que ver con la educación en todos sus niveles. La diversidad es condición de la situación educativa y lo que ocurría en educación especial en niños ocurría tanto en el ámbito escolar como en el universitario. Necesitamos comprender la diversidad como una riqueza, en el sentido de que uno aprende de ella. Así ha sido. Yo lo he podido constatar en mis largos años de investigación.
- Hoy estamos discutiendo una nueva Constitución, ¿cuáles deberían ser las prioridades en términos de educación en este proceso? ¿Dónde reside, para usted, el futuro de la educación?
En realidad, este tiempo que estamos viviendo es una oportunidad en la medida en que el Estado realmente aplique una política pública que fortalezca efectivamente la formación inicial docente en sus universidades. Las universidades públicas requieren un apoyo fuerte del Estado para desarrollar sus propuestas, que surgen de la investigación de sus académicas y académicos. Esta es una oportunidad para que las universidades puedan visibilizar sus propuestas y esas ser fortalecidas. Me refiero no solamente a los lineamientos que vienen desde el nivel central, como la exigencia de acreditación, sino a aquello que, sin duda, si se le da el espacio y el financiamiento podría ser posible. Es una cuestión de voluntad política y efectivamente fortalecer la formación inicial docente en las universidades públicas es un primer paso importantísimo. Yo pretendo opinar en la Convención Constitucional también y espero que me escuchen.
- ¿Cómo ve este proceso que atraviesa el país?
Tengo esperanza en que este nuevo tiempo sea un renacer de la autonomía de las universidades públicas, por decirlo de alguna manera, específicamente en lo que tiene que ver con la toma de decisiones para las líneas concretas que se pueden llevar a cabo. Todas las universidades somos autónomas y lo sabemos, pero esa autonomía siempre está restringida por un financiamiento que no se condice con lo que las universidades de educación superior pueden realizar.Consuelo Ferrer, Universidad de ChileMartes 7 de septiembre de 2021