Franja televisiva de las primarias 2017: "Nada nuevo bajo el sol"

"Una campaña política tiene un alcance limitado en cuanto a su persuasión puesto que sólo podrá modificar la intención de voto de las personas que se encuentran indecisas. Así, las campañas buscan reafirmar y brindar argumentos para aquellos que ya tienen definido su voto", plantea en la siguiente columna la profesora del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI), Lorena Antezana, quien analiza la franja política emitida desde el pasado 14 de junio por la televisión local. Hace unos días se inició la transmisión de los 15 minutos diarios de la franja televisiva para las primarias 2017. En esta ocasión son los pactos electorales del “Frente Amplio” y de “Chile Vamos” los que presentan a sus precandidatos presidenciales y sus propuestas, los que se verán las caras en las elecciones del próximo 2 de julio. Las primeras mediciones realizadas indican que la franja electoral promedia 44,4 puntos de rating[1], y que esta cifra sería 2,4 puntos inferior a la obtenida el 2013. ¿Qué significa esto?, ¿cuál es la importancia de este tipo de campañas? Y, ¿cuál es su impacto en términos políticos? Son las preguntas que intentaremos responder en las líneas que siguen.
La emisión de la franja televisiva tal como la conocemos en la actualidad existe en Chile desde las parlamentarias de 1973, en que se enfrentaron dos pactos: los partidos de la “Confederación de la Democracia” (CODE) y los de la “Unidad Popular” (UP), además del partido Unión Socialista Popular. Sin embargo, es recién en 1988[2] cuando esta es normada y tiene una duración de 28 días previo a las elecciones. Es una franja financiada por el Estado y transmitida por todos los canales que forman parte de la Asociación Nacional de Televisión. Recién en el 2013[3] se amplía su cobertura para la realización de elecciones primarias, aunque en esa primera ocasión sólo se utilizaron 6 de los 15 días aprobados.
La franja electoral televisiva permite dar a conocer a quienes postulan a la presidencia del país a través de un dispositivo mediático transversal (edad, género, segmento socioeconómico) y de gran alcance (número de telespectadores[4] y lugar geográfico en el que residen). Su impacto sin embargo es relativo y puede ser leído en términos mediáticos (de recepción) y políticos.
En el primer caso, la medición de rating que se realiza sólo logra medir el número de usuarios que miraron la franja televisiva emitida, pero no alcanza a medir su redifusión, y por tanto no da cuenta de la situación de consumo actual. Este número no es comparable con la situación del 2013, y menos con la, a estas alturas, mítica campaña del No del '88, por varias razones: Primero por la disminución del tiempo dedicado a ver televisión de las audiencias; entre otras cosas por la alta segmentación existente hoy en día que hace que éstas migren hacia los canales de pago, canales especializados y hacia otras plataformas mediáticas; segundo por la modificación en los hábitos de consumo fundamentalmente de las generaciones más jóvenes; tercero, por el diálogo intermedial (también conocido como ecología de medios) en que un medio sirve de fuente y nutre la cobertura que realizan otros medios.  Es el caso de internet (páginas web) y sus diferentes redes sociales (Facebook y Twitter, entre otras) que irrumpen con fuerza en la escena mediática, recordemos que uno de cada tres twitts en el mundo es sobre televisión.
En estas condiciones ¿cómo se “hace” política? La respuesta inmediata sería “a través de los medios” y en particular de la televisión y por una razón muy simple: porque los medios siguen siendo espacios clave de recreación del espacio público y de mediación entre los ciudadanos y las autoridades al amplificar los movimientos de opinión pública y facilitar la visibilidad de los líderes. Sin embargo, en términos políticos, el éxito de una campaña sólo podría ser medido, en última instancia al pie de la urna, es decir en el cómputo final de una elección. La distancia entre esa emisión televisiva y el gesto de emitir un voto es muy grande.
Mirar una campaña televisiva no es un proceso aislado en que un telespectador individual se enfrenta a un determinado programa, es más bien un tipo de relación entre dos mundos que están vinculados, ya que se trata de un acto de comunicación en que están presentes aspectos cognitivos y emotivos; marcos sociales de referencia y expectativas previas, de allí su complejidad y la necesidad de considerar el contexto en el que se enmarca esta relación.
Una campaña política tiene un alcance limitado en cuanto a su persuasión puesto que sólo podrá modificar la intención de voto de las personas que se encuentran indecisas. Así, las campañas buscan reafirmar y brindar argumentos para aquellos que ya tienen definido su voto, son una especie de confirmación, o de afirmación de una intención que ha sido construida en un momento previo al de la emisión y por distintos canales y fuentes.
En la situación actual, la emisión de la campaña televisiva cumple distintas funciones: (1) de recordatorio general para los telespectadores, pues les indica que se acerca la fecha en la que podrán ir a votar, efecto no menor puesto que el voto es voluntario y las últimas elecciones han dejado en evidencia un desinterés creciente por este tipo de acciones políticas; (2) permite también visibilizar a potenciales candidatos que o son nuevos o no son muy conocidos por los chilenos/as, situación que tal vez no va a tener como resultado el que ganen en esta ocasión, pero comenzarán su proceso de instalación en el campo político futuro. La personalización de la política hace que este tipo de imágenes vaya construyendo en el tiempo un determinado perfil, y (3) permite diferenciar, al menos un poco, a una propuesta de otra, puesto que este es el factor al que más van a apuntar los creadores de las campañas.
El lenguaje televisivo permite esta simplificación y es coherente con un consumo distraído, disperso, fluctuante, efímero, presente y poco profundo, característico de los tiempos actuales y en ese sentido es masivo. Lo nuevo son los recursos y el perfeccionamiento de formatos y dispositivos que permiten realizar puestas en escena entretenidas, lo viejo es que ninguna de estas innovaciones permite resolver el problema del desinterés de los ciudadanos por la política tradicional y tampoco resuelve la desconfianza por un sistema que parece estar desgastado.
[1] Fuente: Emol.com - http://www.emol.com/noticias/Espectaculos/2017/06/15/862849/Franja-elect...
[2] Ley Nº 18.700. Realización del Plebiscito que podrían fin a la Dictadura Militar con la realización de elecciones presidenciales.
[3] Ley N°  20.681, del 25 de junio de 2013. Participaron los pactos de la Nueva Mayoría y la Alianza por Chile.
[4] Un 93,9% de las personas encuestadas dice ver televisión abierta (CNTV, 2015).Texto: Lorena Antezana Académica ICEIMartes 20 de junio de 2017