Chañaral y las medidas truncas ¡para que nunca más!

"Chañaral requiere una urgente intervención que no sólo se haga cargo tanto de las amenazas hidrometeorológicas y de tsunami (...), sino también de la remediación definitiva, proyectada en el largo plazo, de su medio ambiente, la recuperación de sus quebradas, sus cerros y de su playa, sobretodo de su playa, símbolo y soporte psicológico de sus habitantes", plantea el investigador del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres de la U. de Chile, Gabriel Vargas, en esta columna publicada en El Mostrador.El martes 7 de marzo de 1972, el Presidente Salvador Allende visitó Chañaral; la ciudad había sido fuertemente afectada por la crecida y un intenso aluvión que bajó por el río Salado el 11 de febrero del mismo año, y que impactó también a las localidades de Pueblo Hundido –hoy Diego de Almagro-, El Salado y Llanta, además de otras a lo largo del curso de esta quebrada que baja desde la Precordillera de Atacama. La parte baja de su casco histórico, incluida la calle Merino Jarpa, se encontraba por lo menos con un metro de piedras y barro, a lo cual se sumaba el hecho que este aluvión ocurrió en el marco de una fuerte escasez y disputa por el agua potable.
Las lluvias torrenciales e inusuales, tanto en su intensidad como en la época de su ocurrencia, habían causado estragos en toda la región de Atacama, pero especialmente a lo largo del río Salado, resultando Chañaral la más afectada; el diario “Las Noticias de Chañaral” informaba de 1150 personas damnificadas en el departamento homónimo, “700 en la ciudad, 400 en El Salado y el resto en Inca de Oro”.
El Presidente Allende prometió entonces una remodelación de la ciudad, que consideraba una red de agua potable, un rediseño de su desarrollo y planificación urbana, junto a sendas defensas fluviales como medidas de mitigación destinadas a contener los aluviones; las medidas serían ejecutadas directamente por el Estado, a través del Ministerio de Obras Públicas (MOP). De hecho, el 17 de marzo comenzó la construcción de la red de agua potable de Copiapó a Caldera, que también llevaría agua a Chañaral, y el 20 de marzo la comisión técnica del MOP, liderada por el Director del Departamento de Arquitectura de la Dirección de Obras Públicas, comenzó el trabajo en terreno no solo en la mencionada ciudad, sino también en El Salado y Pueblo Hundido... Así como muchos otros, este sueño también quedó trunco por el Golpe de Estado y la Dictadura Cívico-Militar que siguió al 11 de septiembre de 1973.
Se puede decir que el episodio de 1972 fue el predecesor del 2015, tanto por la época en que ocurrió, la similitud de los mecanismos climáticos que operaron -destacándose la intensa lluvia sobre la región precordillerana junto con las altas temperaturas que prevalecieron por varios días en la tropósfera-, como también por la magnitud de la crecida y luego el fuerte aluvión que bajó por el río Salado. Pero no ha sido lo único que ha afectado a la ciudad. De hecho, Chañaral tiene una doble amenaza por crecidas (es decir, fundamentalmente agua y barro diluido), y aluviones (mezcla de sobretodo barro, piedras y bloques, con agua): una dada por del río Salado, cuya red de drenaje abarca una inmensa área que alcanza hasta por sobre los 3000 y 4000 m s.n.m., y otra por la posibilidad de aluviones en las quebradas costeras que desembocan directamente en, y atraviesan la ciudad, las cuales pueden activarse con lluvias torrenciales que no sólo afecten la zona precordillerana, sino también la Cordillera de la Costa, como el caso de la tormenta del viernes 12 al sábado 13 de mayo recién pasado.
Sólo a partir de la segunda mitad del siglo 20, Chañaral ha sido afectada por crecidas y/o aluviones en 1972, 1982, 1987, 1991, 1997, 2015 y ahora en 2017, siendo el de 2015 el más intenso del registro histórico. Basta mencionar que en 1991 las quebradas costeras también se activaron generando aluviones e inundaciones en la ciudad, a lo cual se sumó la crecida del río Salado; al mismo tiempo que en Antofagasta -ubicada unos 300 km al norte- donde los aluviones sepultaron una buena parte de esa ciudad, causando uno de los mayores desastres socionaturales del siglo pasado en nuestro país.
Pero las crecidas y aluviones no es lo único que afecta en estos tiempos a Chañaral. Investigaciones recientes han mostrado que los sedimentos finos llevados por el viento desde la playa a la ciudad, tienen el potencial de afectar fuertemente a la salud de los niños, en su desarrollo pulmonar. Lo anterior, debido no sólo al fino tamaño de esas partículas, sino también a las altas concentraciones de metales, producto de la mezcla de sedimento de origen natural con desechos de los relaves mineros que fueron vertidos directamente a la playa entre 1938 y 1975; de hecho, los trabajos de desvío de estos relaves fueron también iniciados en 1972.
Chañaral requiere una urgente intervención que no sólo se haga cargo tanto de las amenazas hidrometeorológicas y de tsunami, a los cuales también ha estado expuesta, como en 1922 y 1877. Sino también de la remediación definitiva, proyectada en el largo plazo, de su medio ambiente, la recuperación de sus quebradas, sus cerros y de su playa, sobretodo de su playa, símbolo y soporte psicológico de sus habitantes.
La historia debe aprehenderse, pero no repetirse. La planificación territorial, las medidas de mitigación como piscinas decantadoras y defensas aluviales, sistemas de monitoreo y alertas hidrometeorológicas, deben ser realizadas y no sólo en base al -usualmente corto- registro instrumental, que por lo demás es incapaz de hacerse cargo en forma adecuada de la recurrencia y magnitud de los episodios que el registro histórico y geológico sí evidencian. Sino por sobretodo, la recuperación física y medioambiental, la reconstrucción de su infraestructura, la planificación social y económica de Chañaral, debe realizarse para, por y junto con sus habitantes, pues son ellos quienes tienen el verdadero poder en sus manos, el de decidir quedarse o partir, el de decidir persistir o abandonar, y esa decisión, de alguna u otra manera, más temprano que tarde, nos terminará afectando a todos.Gabriel Vargas, académico de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas e integrante del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres de la U. de Chile.Martes 16 de mayo de 2017